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ENTRE LINEAS

El Autor

Entre Instantes, la bienvenida

Y como no voy a dejar de escribir aunque nunca llegue realmente a aprender, lo continuaré haciendo en otro lugar. Después de varios cambios de nombre, en su presentación e incluso, en su dirección virtual, me decidí en llamarlo, ¡como no!, "Entre Instantes" y su presentación es esta:

 

 

"En un instante nacemos, en otro morimos. Resulta curioso que esos espacios breves de tiempo, fugitivos, frágiles y efímeros nos condicionen tanto la existencia que se conviertan en el título necesario de los capítulos de las historias que vivimos. Cuentos, leyendas, fábulas, intrigas, mentiras, traiciones, incomprensiones, odios, amores, enredos, sentimientos al fin, son los que modifican el rumbo del camino que sucede entre ellos, la Vida"

 

Como dirección virtual me han asignado -he de confesar que no es la que quería- la de http://entrinstantes.blogspot.com. Allí os espero a tod@s: sólo tenéis que dejarme vuestra dirección de correo electrónico para que os añada a la lista de invitados y podáis acceder a la página y dejar vuestros esperados comentarios.


Se oye "Here como the sun" (Aquí cerca del sol) de The Beatles

Entre Líneas, la despedida.

De vez en cuando es necesario hacer una limpieza general para librar el camino de obstáculos y poder avanzar lo que quede de él con las menores dificultades posibles. Eso es lo que he estado haciendo desde hace justo un mes, desembarazarme de esas pequeñas cosas que impedían el paso del aire. De unas ha sido sencillo y hasta divertido ¿Qué cómo puede ser divertido dedicarse a la ingrata tarea de asear aunque sea virtualmente? Sencillo, comprobando que siempre habrá alguien más estúpido y superficial que tu. Y haberlos y haberlas “haylas”. Empecé por el messenger. A lo largo de los años se habían acumulado direcciones de correo electrónico que, en muchos casos, no sabía de quienes eran  o que ya no estaban “socialmente” operativas. Los que utilizáis ese sistema de comunicación instantánea sabéis que no basta con que tú elimines la cuenta en cuestión sino que también debe la otra persona eliminar tu correo para que desaparezcáis de la lista. Así que envié a todas esas cuentas inactivas un correo (cuidado que hay que hacerlo en CCO no vayáis a ser presa de la voracidad de la Agencia Española de Protección de Datos) en el que decía textualmente:

 

“Hola,

Hace muchísimo tiempo que nos tenemos en la lista de messenger y no nos vemos ni nos hablamos. Es inútil mantenerse en una lista si nada esperamos el uno del otro ¿Te importaría eliminarme y así aligeramos espacio? Si no sabes cómo hacerlo, en este enlace tienes las instrucciones: http://entre_lineas.blogia.com/2005/100501-botones-secundarios.php :)

Gracias y un saludo”


Cualquiera que reciba un correo tan botarate como ese lo primero que se le ocurrirá hacer es eliminar no solo la cuenta, si no al individuo en cuestión o, como mínimo bloquearle para no recibir ni una majadería más. Y lo que menos haría, al menos yo, es enviarle un correo de respuesta al mentecato aunque sea para insultarlo. Lo enviaría a la papelera de reciclaje sin más y ya está. Pero hete aquí  que la condición humana siempre me sorprende y aquell@s a quienes creía que, como mínimo, habían superado mi ausencia, no fue así y me contestaron al mensaje. Las lindezas con que se despacharon algún@s fueron del siguiente orden:

 

“Hola,
 
No es que me importe, es que no acostumbro a hacerlo y no lo haré, a mí no me resulta molesto ni necesito aligerar nada.

Podrías eliminarme tú si sabes y quieres.

Gracias a ti y un saludo”

 

Todo un carácter el de “RG” ¿verdad? A la que contesté:

 

“Es que ya lo hice y me sigues apareciendo. No cuesta nada, anda, hazme el favor...”


Como respuesta “RG”, la del mucho carácter, me remite un correo “spam” en el que me recomienda una página de encuentros con “mujeres y hombres hot” junto a otras -bien visibles- cientos de cuentas de correo.  Ahí sí que me cabreo y la invito a que deje de enviarme correos ni de ese tipo, ni de ningún otro, sugiriéndola que visite la de la Agencia Española de Protección de Datos. Desde esa fecha, “RG”, la del carácter inquebrantable, ya se abstiene de enviarme comunicaciones pero sigue sin eliminarme de su lista porque debe ser una mujer de “principios inalterables”.

 

Este otro llega, incluso, al insulto:

 

“hola!!!!!! cómo estás???? q sorpresa saber de tí.

A ver.... no uso el messenger desde hace facil.........2 años??? es más cambié d ordenador y aquí no lo tengo ni descargado, en el portatil puede q sí, pero tb hace la tira q no lo uso.
tanto problema es tener mi nombre ahí?????? aligerar espacio?????? en fin...... me habría gustado más un.... " hola N. , q tal estás??? cómo t va todo?", pero bueno, intentaré complacerte y estos días intentaré abrir el messenger y quitarte d los contactos.
Siento haber tardado en contestar, por un lado estuve fuera, y tampoco es q use mucho el correo...

 Un saludo???? venga!!! pues otro saludo d mi parte tb!!!!”


A lo que contesté:

 

“Me interesa tanto saber cómo estás y como te va todo en la misma medida que te interesa a ti de mi. Gracias por el esfuerzo. Adios.”


Y aún una respuesta suya:

 

“Bueno, esta tarde o mañana, intento abrir el messenger y lo quito.

q borrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrde!”


Y mi último correo a la “chica-super-hiper ocupada”:

 

“Suerte para ti. Un borrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrde menos en tus listas y en tu vida”


Hay algunos más que voy a obviar porque van en el mismo sentido que los anteriores. Personas con las que no hablo hace años que se ofenden porque se lo recuerdas. Lo dicho, la estupidez humana no tiene fronteras.  Ha sido divertido comprobarlo. Y a l@s que quedan por ahí y no se atreven a pasar a la acción por un mal entendido sentido de "educación", desde ahora, desde siempre les recuerdo las instrucciones de procedimiento de eliminación: leer en  "Botones secundarios" .


Pero lo que si me está costando mucho es separarme de "Entre Líneas". La verdad es que tantos años sin vacaciones le han pasado factura y ya es hora de darle un largo descanso. Tal vez definitivo, no lo sé. Tantas veces he dicho (escrito) que lo dejaría y no he sido capaz de hacerlo. Los sentimientos que están en él son difíciles de abandonarlos a la deriva del oscuro mundo de "La Red". Así que ahí lo dejo con un "¡ hasta luego !", "¡hasta siempre!".


Se oye "Ne me quitte pas" (No me dejes) de Jacques Brel.

26 de abril de 2005- 26 de abril de 2010

Cinco años han pasado desde que nació “Entre Líneas” o ÉL como a veces lo he llamado por “exigencias” del guión literario. Como siempre acudo a este aniversario  con la nostalgia de quienes empezaron conmigo a construirlo  y ya no están. Añoranza  de los que vendrán, alegría por los que están  y admiración por los que me siguen desde el principio porque, la verdad, hay que tener muchas ganas para seguir a alguien sin una doctrina clara. Tengo morriña de lo que empezó siendo este lugar y de lo que es hoy o de lo que no es. Pensándolo bien, esto último es imposible que sea así porque algo seguro que es… aunque a veces no lo sepa ni yo mismo.

 

Sé lo que no es. No es un diario. Podría denominarlo así si escribiese todos los días y no lo hago. Tampoco  es una sucesión de relatos cortos. Hay algunos pero no era esa mi pretensión.  No es una crónica política. A veces escribo sobre ello pero sin seguir una pauta y la política exige eso: estrategia. Aunque haya escrito sobre vivencias mías,  no es una biografía. Eso exigiría mayor lapso de tiempo que uno tan corto de cinco años y unas grandes dosis de sinceridad que no he tenido a lo largo de muchas de ellas. Si, confieso que no he sido sincero en muchas cosas que decía sentir. He escrito desde el despecho  y desde ese territorio no es posible la claridad. Lo que sí encontraréis son grandes dosis de sentimientos, disfrazados en frases grandilocuentes la mayor parte de las veces haciéndoles perder belleza. Pocas, muy poquitas veces, he sabido destilar la emoción por algo o la pasión por alguien y eso es algo que me reconcome.

 

Tal vez “Entre Líneas” no sea más que una historia contada por alguien que no pretende escribir una crónica de su tiempo. Tal vez sea una pasión medida. O el fruto de un entusiasmo efímero. O una táctica “donjuanesca” de un personaje que lo único que pretende es enamorar y ser enamorado por las palabras.


Se oye: Cavalleria Rusticana (Mascagni)

 

Lágrimas

Lágrimas

Hoy he ido a un funeral. Es el segundo en dos meses. No eran familiares pero si personas próximas. Tan cercanas que sientes su desaparición más que cualquier tío o tía que solo conoces de referencias fotográficas o porque un día apareció en tu comunión o en tu boda. En ambos casos se trataba de buenas personas. De anónimas buenas personas... La primera fue mi compañero de despacho durante más de ocho años. Un cáncer se lo llevó a los cincuenta y cuatro años. La segunda, la esposa de un amigo de la familia con quién compartimos veinticinco años de vida. Un cáncer acabó con ella a los sesenta años, después de una lucha de dos contra la enfermedad.

 

Mientras compartía el desconsuelo de sus allegados no he podido dejar de pensar en las miserias de l@s que quedamos. Nuestras absurdas batallas por poseer voluntades y bienes. Nuestras mentiras para aparentar lo que no somos. He sentido lo insignificantes que somos. No ante la muerte, sino ante la vida. Lo pequeños que nos volvemos cuando nos arrastra el amor. No el nuestro, sino el de los demás. Y he llorado. No por los que se fueron, sino por los que nos quedamos.

 

Fiebre

Fiebre

Tengo fiebre, reacción lógica de mi cuerpo a un proceso gripal. Pero por muy normal que sea, cada vez que me ocurre –que son pocas, afortunadamente-, cada vez que enfermo me pongo de mal humor, no por el desarreglo en sí, sino por sentirme vulnerable. No me gusta notar mi debilidad y aparecer, más que nunca, como mortal. Lo único que consuela un poco es saber que podría ser peor. Así que para no caer en la depresión que es el siguiente paso a mi estado, me voy a leer el periódico, sección  necrológicas.

 

Exámenes

Exámenes

 

Soy consciente de mi desatención a este lugar desde algo antes del verano. Confieso que muchos de los escritos que he ido insertando eran “enlatados” de hace algún tiempo o rescatados de la papelera de reciclaje y que envié allí en los momentos de limpieza de pasado.

El motivo de mi desatención no era otro que el de preparar un examen. Si, si. Un examen. Y no un examen cualquiera. La cosa es como sigue. Resulta que a primeros de año decidí inscribirme a un Curso (obviaré la materia porque no viene al caso) un post-grado a distancia de esos que ofrecen a las empresas para formación de sus trabajadores y que, a aquellas les sirve para su deducción de cotizaciones sociales y a los otros para obtener un título que les habilite oficialmente para realizar cualquier actividad que probablemente no utilizarán en la empresa donde están. Lo cierto es que me apunté no porque necesitase acumular otro diploma a mi currículo, sino por simple vicio profesional, porque la materia me resultaba atractiva y porque, iluso de mi, pensaba que si lo abandonaba o no superaba las pruebas no pasaba nada. Sin tener la presión que hace la necesidad, pensaba, el aprendizaje sería mucho más sencillo. Craso error el mío por partida triple. El primer error fue suponer que el hábito de estudiar, de preparar ejercicios y exámenes no se pierde nunca. Que era como ir en bicicleta, que una vez pedaleas sin la ortopedía de las ruedecitas de atrás, ya no se te olvida nunca por mucho tiempo que hayas estado sin montar. Pues no. El último título “serio” que obtuve, o que me tomé en serio, fue el de patrón de yate allá por el año 1998 y ya me costó lo mío. Pero ahí si que tenía algo de presión y, añado, pasión por poder navegar sin ir “de prestado” con amigos o familiares. He de decir que diez años llegan a anquilosar ciertos hábitos y el del estudio es uno de ellos.

Pero ese no fue mi error más importante. Mi error, mi otro doble error, fue pensar o, mejor dicho, no pensar que un padre con dos hijas, una de ellas iniciando su último curso en la universidad con veintiún años –una auténtica mente privilegiada- y, la otra, en plena adolescencia -siendo “machacada” día si y otro también por el que suscribe en el tema de su tercero de ESO- no iban a someter a su “papaíto” a un férreo marcaje en el tema del post-grado. Vamos que como suspenda lo voy a tener claro por aquello del que “hay que dar ejemplo”. Así que ya podéis imaginar la presión a la que me he sometido y el hartón de estudiar que me dado hasta este sábado que fue el examen, el sencillo. El de mis hijas, el importante, cuando les diga la nota.

 

Sucedió en verano...

New York, Nueva Yorq

 

Recuerdo que poco tiempo antes de visitar por primera vez los EEUU –evento que ocurrió entre finales de julio y principios de agosto de dos mil siete- mis preferencias de viaje eran claramente desfavorables a ese País. Puestos a cruzar el Océano, que fuese a un lugar mas exótico o pedagógico como la Riviera Maya o descubrir la  cultura Inca o adentrarnos en nuestras raíces en Argentina, Chile o Cuba. Todo antes que ir a la cuna del capitalismo, hacerles el caldo gordo a los imperialistas y, por supuesto, estar cerca de un indigente cultural, partidario de alargarle la vida a los muertos y cargarse a los vivos, como lo es Bush. Además mi cabeza andaba llena de tópicos como que los yanquis (lo sé. Sé lo de la “k”) eran unos insolidarios estúpidos, unos “niños mimados grandes que siempre andan con la banderita”  y otras cosas que circulan entre los que no vivimos allí.  Pero una antigua promesa familiar me hizo recalar en el Este de EEUU y, como única concesión que se me hizo, una escapada fugaz a Toronto (Canadá) para ver paisaje  “por eso de que ‘Niágara Falls’ (Cataratas del Niágara en castizo) cae al ladito”. Y es que parece mentira cómo se ve todo de cerca en un mapa.

 

Nuestra primera escala, como no podía ser de otra manera, fue New York, lo que hizo sino confirmar algunas de mis afirmaciones. New York no es una ciudad bonita. Está llena de edificios inacabables que parecen apretarte mas que cobijarte. No es una ciudad monumental al estilo de “Paggisss” (¡Oh, lalá!) o “London”. New York no tiene el romanticismo de Venecia o Viena, ni el misterio de Praga o Budapest. Ni el decadente encanto de Lisboa.  Por no tener,  no tiene la historia que encierra cualquier ciudad de la geografía española (“¡ya quisieran ellos!”, decimos siempre).

 

Pero New York me atrapó. Nueva Yorq me enamoró por alguna extraña razón. A New York, entonces lo supe, volvería siempre, como a una amante a la que no puedes dejar aunque te despeche. Como volvería a París, a Londres o a Madrid o a mi querida Mallorca.

 

En Nueva Yorq me perdería. Tal vez porque sea una ciudad que es un compendio de lo que es el mundo. Tal vez porque está “abierta” las veinticuatro horas del día. Tal vez porque caminando por sus calles te sientes protagonista de alguna película que ya has visto. Porque “Desayunas con Diamantes” o te sientes –como me pasó a mi- un “Cowboy de Medianoche”. Porque sus calles o por “Central Park” suena la música de Lennon, “Imagine”, o la de Sinatra, “New York, New York” o la de Simon & Garfunkel. Porque en Broadway nace la magia que se exporta a todos los lugares de la tierra. Porque puedes admirar los mas espectaculares paisajes en el “Metropolitan” o en el “MOMA” o en el “Guggenheim o los mas fabulosos animales en el “Museo de Historia Natural”. Porque es una ciudad herida que el destino quiso que un once de setiembre como hoy, justo cuando Cataluña celebra que dejó de ser para siempre, se llenó de muerte y espoleó la compasión –y el miedo- de todos.

 

Busco razones para comprender esa extraña y querida ligazón a una ciudad. Sé que no las hay. El misterio que nos hace pertenecer a alguien, a algo o algún lugar no existe.

 

Simplemente, es.

 

Y El estuvo allí...

Y El estuvo allí...

El inigualable, el único, el original, "The Boss" Bruce Springsteen estuvo en Barcelona

... y EL, el insuperable, el magnífico, el majestuoso, el munífico en ...

¡¡ Que ganas tenía de colocaros este vídeo !!

 

Extraordinaria coincidencia

Extraordinaria coincidencia

No salgo de mi asombro. He encontrado un video en “youtube” –el que podéis visualizar más abajo- que hace referencia a un repetido evento de mi vida tal día como hoy. La coincidencia es asombrosa. Se podría decir sin temor a incurrir en exageración que la casualidad es algo paranormal, que escapa a la mente humana, está más allá de la racionalidad. Solo hay dos pequeños detalles que escapan a mi concurrencia. El primero es que yo nunca he sido presidente de los EE.UU. El segundo es que no me gustan las oxigenadas.

 

 

 

El largo y angosto camino

 

26 de mayo de 2008. Tres años y un mes que garabateo en “Entre Líneas”. Tres veces más del tiempo que le daba de vida a estas páginas aunque haya estado a punto de liquidarlas en tres ocasiones, coincidiendo con el cierre del mismo número de puertas. No obstante “Entre Líneas” ha sobrevivido contra mis propios pronósticos. Un mérito si tenemos en cuenta que su bautizo llevaba otro nombre. Si hubiese sido menos presumido sería “En tránsito hacia los cincuenta”. O “50 minutos” si hubiese sido más preciso. Pero me salió la vena, o eso me pareció, literaria-poética y me quedé con “Entre Líneas”. O EL se quedó conmigo que tanto da. Tanto da porque otros y otras que prometían mayor entusiasmo que el mío en este mundo de los “blogs”, desaparecieron o simplemente dejaron de escribir porque es una ley de la naturaleza que de todo se aburre uno, como alguien decía. Pensaba que podía con EL, pero ha podido conmigo y si no le pongo remedio a eso, desapareceré yo antes que EL.

 

 

Toda la oscuridad del mundo jamás podrá apagar la luz de una vela.

Toda la oscuridad del mundo jamás podrá apagar la luz de una vela.

Ella se fue y me voy con Ella.

 

Porque si Ella no está mis letras son un engaño, simples palabras vacías de contenido.

 

Porque con su abandono la desidia se adueña de mis actos relevándolos a automatismos que chirrían desengrasados.

 

Porque sin su voz los sonidos carecen de sentido en el pentagrama de la cotidianeidad.

 

Porque sin su presencia mis ojos solo ven formas confusas e indeterminadas.

 

Porque sin su aroma hasta el aire me aburre respirar.

 

Porque sin Ella, no soy más que un borrón en la oscuridad.

 

Porque me falta Ella, la Pasión, y sin eso no puedo seguir escribiendo.

 

Por eso os pido, no soñéis conmigo. Dejadme partir.

Desearé...

Desearé...

Levantaré caminos diáfanos y francos para andar por ellos en busca de mi verdad.

Mantendré los ojos abiertos para no perder a ese amor que vendrá.

Aceptaré y confiaré.

Abrazaré y si alguna vez se rompe ese abrazo, recogeré los trozos.

Me alegraré y si todo es triste, acariciaré.

Tendré nuevas ilusiones y cuando las pierda, miraré las estrellas.

Intentaré crear pero si no puedo, ayudaré.

Construiré un futuro y si no llega, continuaré.

Contemplaré y si todo es gris, soñaré.

Sonreiré y si no es posible, lloraré.

 

 

 

 

 

Time it was, and what a time it was

A time of innocence, a time of confidences

Long ago, it must be, I have a photograph

Preserve your memories, they're all that's left you

 

(Simon & Garfunkel)

 

Pues eso...

Pues eso...

No quiero que me entiendas

No quiero que me entiendas

No quiero, tampoco lo pretendo, que me entiendas como yo tampoco sé, y ya he desistido, entenderte. La lógica, esa fiel aliada de lo incomprensible, explica que todo debe obedecer a un capricho, a la necesidad de incrementar los niveles de autosatisfacción. Esa debe ser la causa porque no se puede atribuir a la desmemoria tratándose de una persona joven y aparentemente sana. Mantener lazos de unión, inservibles y desesperanzados, hay que aplicarlo a la razón de una sinrazón. Entender la situación, sólo puede hacerse posicionándose en la locura que ha representado una historia carente de principio y sin final. Tal vez, pienso, todo ha sido fruto de la imaginación, equivocada eso si y ahora toca pagar el precio de ese error constatando la realidad de lo que es superfluo. Como este escrito falto de pies, ausente de cabeza. Y eso si que no me importa porque, como te decía –escribía-, no quiero que me entiendas.

La genialidad me causa angustia

La genialidad me causa angustia

Los comentarios que hacéis de mis relatos en estas páginas –no tanto en Derivas - me han llevado a la conclusión que soy poco más que un escritor genial, con ideas originales y de plasmación ágil en el papel virtual del “html”. Pasado el primer momento de borrachera del ego y consiguiente subidón de mi estima, siento una gran zozobra por ello, por ser un genio. Me pregunto que si así es, si tenéis razón, debería tener su traducción en honores, distinciones y reconocimiento social. Vamos que estaría en un jacuzzi bañándome en oro y retozando con una hembra o hembras diferentes cada día. Y la verdad follo lo justo y de dinero pues… para qué os voy a contar mis miserias.

 

Pero como, por un lado, estoy lejos de dignidades y de prerrogativas sociales y, por otro, doy mucho crédito a vuestros acertados comentarios es cuando de verdad se apodera de mi la angustia ¿Y si, como dicen mis comentaristas, fuera un genio y aún no me hubiese llegado el reconocimiento? ¿Y si la afirmación social de mi genialidad me llegase, como a Gauguin o Van Gogh , después de muerto? Pues menuda putada vivir en la indigencia y casi sifilítico para qué luego se coman los beneficios tus herederos. Estoy seguro que si Gauguin o Van Gogh supieran que otros se están forrando con lo creado por ellos en una vida miserable, no hubiesen cogido ni un solo pincel. Por lo tanto... ¡la moraleja -si la hay- la pensáis vosotr@s! ¡Hala! (Y luego la comentáis).

Soy fascinante

Soy fascinante

Sin duda soy el hombre mas atractivo del momento. Para mujeres y hombres. Eso me dicen las miradas sonrientes de ellas y los gestos de admiración de ellos. No es solo por mi físico, no. Es también mi inteligencia la que hace que ellas escuchen atentamente cuando les hablo y que ellos asientan a todas y cada una de mis argumentaciones. Estoy convencido que a las virtudes que he descrito sin que me tiemble la modestia, añadiré que ellos y ellas me encuentran un hombre interesante. Buscan mi compañía. Les delata el que quieran explicarme su vida, adornándola con todo lujo de detalles, señal inequívoca de que quieren alargar la conversación y estar mas tiempo conmigo. Tal vez sea mi simpatía lo que les seduzca a ellas y les encandile a ellos. Cualquier comentario gracioso -incluso rayando lo cómico- que hago es contestado automáticamente con una sonrisa que les ilumina la cara a ellas y les muestra la dentadura –dejando en evidencia lo poco cuidada que algunos la tienen- a ellos. Soy, en definitiva, una criatura irresistible, un ser encantador, un hombre cautivador. Y es que no hay nada que me haga más fascinante como ser el responsable de la selección de personal.

Prohibido el afecto

Prohibido el afecto

En estas páginas está prohibido el afecto. No vengáis en su busca porque no lo encontraréis. Tampoco dejéis el vuestro, no compensa el dolor que produce perderlo cuando desaparecéis. Nos limitaremos a hacernos comentarios más o menos inteligentes, más o menos amables, más o menos sinceros, más o menos graciosos, más o menos galantes, más o menos seductores o, simplemente, más o menos.

De vuelta entera

De vuelta entera

Dicen los expertos y las expertas en la materia que el llamado “síndrome post vacacional”, aquél que nos produce cansancio, falta de apetito – el que nos ayuda a vivir y el de engullir alimento- concentración, irritabilidad, ansiedad, tristeza, pasotismo y otras lindezas emocionales, puede evitarse o, cuando menos, paliarse si se siguen unos simples consejos. Uno de ellos es el reanudar la actividad laboral después del período de vacaciones, en un día de la semana diferente al lunes. Decidí seguir ese consejo y empezar mi presunta actividad laboral hoy jueves. Nada. Mi castración emocional es la misma que si hubiese empezado en lunes. Creo que lo  mejor es que me  vaya al médico  para ver si me  da  la baja hasta las próximas vacaciones.  Ello comportaría varios beneficios. El primero de ellos es conseguir mi felicidad. El segundo es que el galeno acertaría con total seguridad el tratamiento. El tercero es que podría explicar ampliamente mis  historietas de  las vacaciones. El único inconveniente es que  la empresa que me paga  puede  molestarse con mi ausencia por mucho que les diga aquello que "no hay nadie imprescindible", "que ya veréis que bien os las arregláis sin mi",  etcétera, etcétera y me da vacaciones perpétuas y no subvencionadas que, a fin de cuentas es lo que me interesa. Pensaré eso como terapia.  Seguro que  se me pasan todos los males y es que no hay nada como ser un burgués capitalista para encontrarle soluciones a todo.

Vidas paralelas

Vidas paralelas

 

No, no me referiré a las vidas de las piernas que ilustran este escrito que sin duda llevan más de diez lustros juntas (doy fe) en esa posición es decir, una al lado de la otra en evidente paralelismo. No serán ellas las protagonistas o mejor dicho, no exclusivamente ellas, sino todo lo que las complementa. Si, porque voy a contar la historia de dos personas, que al cabo de los años se han vuelto a encontrar en ese punto en común, consecuencia que hubo una raíz única en algún momento de sus existencias. Es decir, por si alguien no se aclara con esta introducción, hablaré del que suscribe y de otra persona que se cruzó conmigo en la tierna infancia. Sin ánimo de desalentar a l@s romántic@s no será una historia de amor, de encuentros y desencuentros en los que, sin que esté mal decirlo, soy un auténtico campeón. Es la historia de un compañero del instituto del que no había vuelto a saber hasta que nuestros caminos se han vuelto a encontrar la friolera de treinta y cinco años después de separarse. Nos despedimos en el I.N.E.M (instituto nacional de enseñanza media) y nos reencontramos en el vestuario del gimnasio pijo . Es decir, nos vimos por última vez desnudos de experiencias y nos volvimos a encontrar nuevamente en pelotas, pero está vez en el sentido literal del término.

 

Es curioso el habernos reconocido porque la verdad no nos profesábamos simpatía alguna. Es más él me parecía un auténtico bobalicón. Era de aquellos que a los quince años aún llevaba pantalones cortos hasta en invierno, cuando eso era un síntoma no solo de inmadurez mental, sino también física. Además si llevabas pantalón corto no te comías un “rosco”. No es que los que llevábamos pantalón largo hiciésemos algo más, pero ya denotaba una predisposición a dejar de ser célibe en cuanto alguna buena fémina se nos pusiese a tiro. Supongo que yo a él, con mis pantalones largos y anchos que más que llevarlos, los arrastraba, le debía parecer un auténtico mamarracho. Pero bueno, nunca me lo dijo porque para colmo de sus males, no era una lumbrera en los estudios y alguna vez había tenido que recurrir a mis apuntes que, aunque suene pedante, eran de un asiduo a la matrícula de honor.

 

 

 

 

 

Le perdí la pista cuando acabamos COU, allá por 1973, el año en el que “Alguien voló sobre la tapia de un monasterio” y en el que el siguiente curso académico, en vez de empezar en setiembre, lo hizo en enero por obra y gracia de aquellos cambios en los ministros de educación que no en la educación de los ministros, a los que nos tenía acostumbrados el generalísimo. Precisamente cuando advino la democracia que supe de mi compañero poco espabilado del INEM. Se había apuntado al Partit dels Socialistas de Catalunya (PSC) y fue elegido regidor en el Ayuntamiento de Barcelona. Fue entonces cuando empecé a cambiar mi opinión sobre él y pensé que a lo mejor no era tan bobo, que se le veía un atisbo de lucidez mental. Ese pensamiento lo fui reafirmando a medida que veía cómo el iba prosperando dentro de la política mientras yo también prosperaba pero eso si, trabajando y estudiando por las noches. He ido siguiendo su trayectoria política, su ascenso en el Partit dels Socialistas de Catalunya en el que si bien no ha ocupado la primera plana de los titulares de prensa, si que ha tenido cargo de responsabilidad pública importantes tanto en el Ayuntamiento de Barcelona como, ahora, en la Generalitat de Catalunya.

 

Al encontrarme con él en un gimnasio de la parte alta de la ciudad, no puedo dejar de pensar en el paralelismo de nuestras vidas que nos han llevado a coincidir en ese presente al que a él le llevó la política y a mi el trabajo. No le cambio su lado de la paralela. Me conservo mucho mejor que él.